"Aballay, el hombre sin miedo" entre lo mejor de "Pantalla Pinamar"

El director Fernando Spiner habló sobre su último filme, “Aballay, el hombre sin miedo”, una suerte de western criollo que compite en la categoría "…Y El Ganador Es" de la séptima edición de Pantalla Pinamar.
El lunes fue un día propicio para el cine nacional, ya que además de ésta y la proyección de “La película del Rey”, de Carlos Sorín, a 25 años de su estreno, se sumaron “Cerro Bayo”, de Victoria Galardi, y “Caño dorado”, de Eduardo Pinto.
“Aballay…”, sobre un cuento de Antonio Di Benedetto, relata la historia de un gaucho matrero (Pablo Cedrón) que tras matar a un hombre ante su pequeño hijo no puede quitarse la mirada del chico de la mente y, a la manera de los viejos “estilitas” (anacoretas) que pagaban sus culpas sobre una columna, jura no bajarse más de su caballo.
El elenco se completa con Nazareno Casero, Claudio Rissi, Luis Ziembrowski, Lautaro Delgado, Aníbal Guiser, Tobías Mitre, Horacio Fontova, Gabriel Goity y la siempre inquietante Moro Anghileri, presente en la conferencia.

Sobre la combinatoria del western y los escenarios criollos, Spiner señaló que el western es “un género muy genuino a nuestra propia historia, que en definitiva es una historia de colonización, de territorio sin ley y de la ley del más fuerte”.
“Y además –prosiguió- porque hay una tradición del género en el cine argentino, lo que me parece genial, si bien no es de una significación enorme, como es el caso de ‘Pampa bárbara’, de Lucas Demare y Hugo Fregonese, que funda de algún modo ese mundo feraz de las tierras a conquistar.” El realizador puso también como ejemplo al “Juan Moreira”, de Leonardo Favio, aunque señaló que en su caso trató de “escapar al gaucho pampeano, que es el que suele reflejarse en nuestro cine, y desarrollar la acción en el norte del país”.
Así es que durante su metraje los personajes ofrecen cuidadosas entonaciones salteñas, cordobesas, porteñas y tucumanas (Anghileri), concienzudamente elaboradas en las semanas previas a la filmación, por lo que se ha logrado una autenticidad inusual.
El lunes también se vio, ante considerable audiencia para el horario de las 17.20, “Caño dorado”, con Lautaro Delgado, Tina Serrano, Camila Cruz y Juan José Ortiz, un duro relato que replica a personajes reales habitantes de la villa San Jorge, ubicada en el municipio de Don Torcuato.

El ambiente es de una lógica violencia entre personajes que, aún sin querer involucrarse, temen permanentemente por su vida, que se arrastra entre focos de miseria, prostitución, drogas y una violencia que se respira sin remedio.
Por esa razón, un joven llamado Panceta –que existe en la realidad- deja de trabajar en una fábrica de caños y la herrería que fue tradicionalmente de su familia y se dedica a fabricar armas caseras para los malandras del lugar.
Es posible que cierto público rechace la visión de tanta abyección y ciertos planos explícitos que ese mundo reserva –sobre todo para sus habitantes-, ya que la película no está jugada en la búsqueda de la espectacularidad a la Hollywood, sino que lo lacerante forma parte de su espíritu.
Muy bien recibida fue “Cerro Bayo”, rodada en Bariloche y beneficiaria de una fotografía en pantalla ancha de Julián Ledesma que hace justicia a esos escenarios imponentes, sobre todo para los turistas, porque la historia –de la directora Galardi- plantea que no todo es ideal en la tierra de la nieve y los chocolates.
Allí, una abuela (Adela Gleijer) esconde el dinero ganado al casino en la tumba de su esposo y luego tiene un intento de suicidio que la hunde en un estado de muerte cerebral, por lo que ese monto es buscado por parte de sus familiares para paliar no pocas necesidades económicas.
Hay un buen desempeño del elenco, que además de la veterana actriz de “Sos mi vida”, cuenta con la mexicana Adriana Barraza –candidata al Oscar como actriz secundaria por “Babel”-, Inés Efron, Verónica Llinás, Nahuel Pérez Biscayart, Guillermo Arengo y Marcela Kloosterboer.
Con un enfoque evidentemente femenino, la guionista-actriz se mete en el mundo de un matrimonio consumido por la rutina, una hermana que llega de Buenos Aires con conflictos no resueltos, un chico que quiere huir hacia Europa y una jovencita que busca tener su primer orgasmo.
El problema de la película es que apunta en demasiadas direcciones y a veces se pierde, entrelaza las historias y a veces las corta en un momento inadecuado, sobre todo por un guión errático en el que deberían haber intervenido otras manos críticas.

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